Cómo lo lees, ¡Qué dura es una mudanza! Tanto tiempo queriendo irme a vivir a Barcelona, un año mirando pisos, trabajos, colegios, universidades, cursos, amigos, locales... Y es el jueves en plena mudanza y viendo las estanterías de mi habitación desmoronarse por la falta de peso cuando asumí que me voy de casa. Media hora sentado sobre la caja de la TV de plasma reflexionando sobre cómo meter mi vida en una caja.
- Una madre histérica al borde de un ataque de nervios, rellanando los huecos libres de la batería cocina a base de conservas que caducan en 2010 para que no pase hambre.
- Un padre que me lleva en coche durante 12 horas para que no valla cargado.
- Un tío que intenta ayudarme con la financiación.
- Una abuela histérica (Obviamente la Madre de mi Madre)
- Mis nuevos mil amigos, que de la noche a la mañana me aman, pidiendome alojamiento cuando vallan a Barcelona.
- Y yo, indiferente, tratando de asumir como pagar un loft en el centro.
Por suerte, cuento con la ayuda de mi indispensable compañera de vivienda que siempre se las apaña para escaparse a la aldea cuando hay que bajar cajas. Después de 12 horas de viaje con papa y una intensa conversación de sobre que hago con mi vida, "El chico que no entiende nada" llega a Barcelona, con 40 contracturas gracias a mis trapecismos para no dormirme en el coche.
Una vez vaciado el conjunto de recuerdos, ropa y utensilios de cocina, decidí que comer era dispensable, lo primero en mi nueva vida, era ¡IKEA! Y de cabeza al coche a comprar lo último en muebles de baja calidad a 10 euros la tuerca.
Mi primer chasco en la emancipación ha sido descubrir mi incompatibilidad con los destornilladores y la madera prensada. Pero "papi McGiver" se ha encargado de la mano de obra barata.
Ya de vuelta en Vigo para las despedidas cutres y la falsedad navideña, determino que la cuesta de enero, no cuesta tanto si empiezas a subirla en Diciembre, o eso espero.
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